Tu cerebro es un archivo de cosas que no elegiste.
Durante los primeros años de vida, no piensa, absorbe.
Absorbe cómo se siente el estrés, cómo se vive el dinero, cómo se resuelve un conflicto.
No lo entiende solo lo imita.
Y ni siquiera empieza ahí.
También hereda impulsos como el miedo de tu abuela, el silencio de papa, la urgencia de sobrevivir que nunca se resolvió.
Mucho de lo que sentís hoy no empezó con vos.
La neurociencia dice que de los 0 a los 7 años, el cerebro opera en un estado hipnosugestivo.
Está literalmente cableado para aceptar sin filtro lo que ve, lo que escucha, lo que se repite.
Por eso lo que hoy llamás “tu forma de ser” puede ser, en realidad, una respuesta aprendida.
Si creciste en entornos impredecibles, tu sistema nervioso se volvió experto en detectar peligro.
No importa si hoy tu vida es completamente distinta esa alarma sigue encendida.
Tu cuerpo reacciona al estrés aunque no haya una amenaza real.
Tu sistema nervioso no sólo responde a tu historia personal.
Estás operando con un sistema de defensa heredado.
La epigenética demuestra que experiencias extremas como guerras, pobreza, abandono, pueden modificar la forma en que se expresan ciertos genes. Esas modificaciones pueden pasar de una generación a otra.
No heredás el trauma, heredás una alarma. Un sistema de “seguridad”.
Por eso, muchas veces, frente a un cambio, una crítica o una decisión importante, no estás reaccionando al presente. Estás repitiendo una ruta conocida.
Y si no hay conciencia, hay repetición.
Tu cerebro adulto puede cambiar.
Pero necesita tres cosas:
energía, repetición, y conciencia.
Entonces, hacete esta pregunta:
“¿Esto que estoy sintiendo… realmente es mío?”
¿Este miedo al riesgo?
¿Esta exigencia que no me deja disfrutar?
¿Esta duda cada vez que avanzo?
¿Es mío?
¿O es una forma vieja de protegerme que ya no necesito?
Migración, vergüenza, silencio. Todo deja huella.
Y muchas veces, cuando te enfrentas a una decisión que puede cambiar tu vida… te paralizás.
Y le das vueltas interminables al asunto.
No porque no podas darle una solución.
Sino porque tu cuerpo interpreta el cambio como una amenaza.
Crees que decidís con lógica.
Pero el 80% lo decide un cerebro entrenado para sobrevivir, no para avanzar.
Muchos de nuestros miedos nacen con nosotros pero no por decisión, simplemente te los transmiten.
Lo que tu abuelo evitó.
Lo que tu madre reprimió.
Estan codificadas en tus respuestas fisiológicas hoy.
Entonces no siempre es “tu personalidad”.
A veces es tu biología.
Aquí entra la conciencia pero no como palabra bonita o de moda, sino como herramienta.
Podés entrenar a tu cerebro para que no huya cada vez que algo se siente nuevo. O cuando queres enfrentarte a una decisión que has postergado.
Podes reducir el cortisol con tu respiración.
Podes reprogramar tu sistema de recompensa con entornos seguros y exposición progresiva.
Podes enseñarle a tu cuerpo que el cambio no es sinónimo de amenaza.
Y lo más importante:
Podes cortar con los patrones heredados que ya no aplican a la vida que querés construir.
Porque sí, el cuerpo percibe el cambio como un peligro, incluso si es positivo.
Pero cuando respiras profundo antes de reaccionar,
cuando te das el permiso de sentir sin actuar,
y cuando te quedas un poco más en esa incomodidad,
estas reconfigurando las historia de la generaciones venideras.
Eso es neuro plasticidad activa.
Estás entrenando a tu cerebro para sostener la vida que querés.
Estás activando la corteza prefrontal (la parte que proyecta, que regula, que elige)
en vez de dejar que el miedo te controle.
No se trata de ser valiente.
Se trata de aprender a ser consciente.
Y eso se entrena.
Hay que quedarse el tiempo suficiente para que el miedo baje y la claridad suba.
Hasta la proxima,
- J.